En la Audiencia General de este miércoles, el Santo Padre reflexiona sobre la “acción carismática” del Espíritu Santo y recuerda que el mismo Espíritu “nos da a cada uno unos dones” que no son ni “espectaculares” ni “extraordinarios”, pues se trata de dones “ordinarios” que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
La acción carismática del Espíritu Santo ha sido el argumento de la catequesis del Papa Francisco pronunciada esta mañana durante su tradicional Audiencia General en la Plaza de San Pedro. Francisco, citando un famoso texto del Concilio Vaticano II, asegura que el Espíritu Santo no sólo santifica, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición y, por ende, “todos tenemos dones personales que el mismo Espíritu nos da a cada uno”.
“Los carismas son las «joyas», u ornamentos, que el Espíritu Santo distribuye para embellecer a la Esposa de Cristo”. Es esta la definición que ha hecho el Papa para entender lo que es un “carisma”, y a continuación Francisco lo explica con más detalle: el carisma es, por una parte “el don concedido «para el bien común» para ser útiles a todos” y por otra, “el don concedido «a uno», o «a algunos» en particular, no a todos del mismo modo, y esto es lo que lo distingue de la gracia santificante, de las virtudes teologales y de los sacramentos, que en cambio son iguales y comunes a todos”.
“Los laicos no son los últimos, los laicos no son una especie de colaboradores externos o tropas auxiliares del clero, sino que tienen sus propios carismas y dones con los que contribuir a la misión de la Iglesia”. Es la aclaración que ha hecho el Papa esta mañana y con la que ha invitado a “redescubrir los carismas” de los laicos, pues solo así “la promoción del laicado y de las mujeres en particular se entenderá no sólo como un hecho institucional y sociológico, sino en su dimensión bíblica y espiritual”.
Y hablando de carismas, el Papa ha querido explicar un posible malentendido, el de identificar los carismas con dones y capacidades espectaculares y extraordinarios: “Se trata, en cambio, de dones ordinarios – cada uno de nosotros tiene su propio carisma – que adquieren un valor extraordinario cuando son inspirados por el Espíritu Santo y encarnados en las situaciones de la vida con amor”.
Para el Pontífice, esta interpretación del carisma es importante, porque muchos cristianos, al oír hablar de carismas, “experimentan tristeza y desilusión, ya que están convencidos de no poseer ninguno y se sienten excluidos o cristianos de segunda clase – asegura el Papa. “No, no hay cristianos de segunda clase, no, cada uno tiene su carisma personal y también comunitario” asegura firmemente.
Por último, el Papa reflexiona sobre el papel que desempeña la caridad, asegurando que no solo da valor a los carismas, sino que los hace más poderosos y eficaces para edificar a toda la Iglesia: “La caridad multiplica los carismas, hace que el carisma de uno sea el carisma de todos”.
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