El cardenal secretario de Estado celebró la misa en San Pedro con los miembros del Tribunal de la Rota Romana, con ocasión de la inauguración del Año Judicial: se necesita la paciencia y compasión que «brota de la conciencia de que lo judicial, en la Iglesia, es un ministerio de verdad, un servicio prestado a las almas con vistas a un bien superior»
Vatican News
«Calma y paciencia» en el estudio minucioso de las causas que «no son ejercicios académicos abstractos, sino acontecimientos existenciales humanos, muy humanos, a menudo dolorosos y dramáticos».
Es el mandato que el cardenal secretario de Estado, Pietro Parolin, confió a los auditores, funcionarios, abogados y colaboradores que hoy inauguraron el Año Judicial. El purpurado celebró la misa en la Capilla Paulina antes de la audiencia en el Palacio Apostólico con el Papa Francisco.
En particular, el cardenal Parolin se detuvo en su homilía en el concepto de «paciencia», que en su significado etimológico – dijo – proviene del verbo patior:
Una «paciencia – compasión», por tanto, que «brota de la conciencia de que el ministerio judicial, en la Iglesia, es un ministerio de la verdad, un servicio prestado a las almas con vistas a un bien superior que se espera alcanzar, compasivo, comprensivo de la imperfección de los demás a los que se está llamado a juzgar» y que «a menudo, no es distinta de la nuestra y rehuyendo siempre cualquier animosidad, carácter faccioso, personalismo o actitudes y posiciones preconcebidas», subrayó el cardenal.
«Nosotros – añadió – podemos ofrecer nuestra humilde cooperación a este crecimiento, abriéndonos a la acción del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, removiendo los obstáculos, viviendo en la confianza tranquilizadora de que Dios trabaja en nosotros noche y día».
Tomando ejemplo de la liturgia evangélica, el secretario de Estado señaló que «la historia del Reino de Dios no puede juzgarse por nuestros fallos, estemos despiertos o dormidos, aunque se ponga en tela de juicio nuestra responsabilidad y nuestro compromiso honesto».
«La Iglesia – dijo el cardenal Parolin – sabe bien que este Reino crece en los días luminosos y tranquilos y en las noches oscuras de la persecución o en la grisura degradante del indiferentismo».
«Calma y paciencia», reiteró el cardenal Parolin, son «virtudes necesarias» y dicen «constitucionalidad», junto con «el compromiso cotidiano de un trabajo silencioso» de «todo buen juez».
A este respecto, el cardenal quiso citar «las sabias palabras» de un gran jurista laico del siglo pasado, Piero Calamandrei, que también se aplican a los jueces eclesiásticos:
«Al juez no se le exige tanto que sea un jurista profundo, un refinado aficionado a las acrobacias teóricas, como que sea un hombre de sentido común y experiencia humana que con diligencia y perspicacia sepa reconstruir los hechos, sin inducirse, en aras del virtuosismo dogmático, a perder el contacto con el sólido suelo de la realidad».
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