El Papa Francisco, en su homilía en el estadio Gelora Bung Karno, en Yakarta, recordó a los fieles que el encuentro con Jesús nos llama “a vivir dos actitudes fundamentales, que nos hacen capaces de llegar a ser sus discípulos: escuchar la Palabra y vivir la Palabra”.
Patricia Ynestroza-Ciudad del Vaticano
El Papa Francisco, en su homilía en el estadio Gelora Bung Karno, en Yakarta, recordó a los fieles que el encuentro con Jesús nos llama “a vivir dos actitudes fundamentales, que nos hacen capaces de llegar a ser sus discípulos: escuchar la Palabra y vivir la Palabra”.
El Papa dijo que primero es importante escuchar la Palabra de Dios”, porque todo nace de la escucha, de abrirse a Él, de acoger el don precioso de su amistad, les dijo. Pero después de escucharla, de recibir la Palabra, es necesario vivirla, dijo, “para no ser oyentes superficiales que se engañan a sí mismos (cf. St 1,22), para no arriesgarnos a escuchar sólo con los oídos sin que la semilla de la Palabra llegue al corazón y cambie nuestro modo de pensar, de sentir y de actuar. La Palabra que se nos da y que escuchamos tiene que hacerse vida, transformar la vida, encarnarse en nuestra vida”. Estas dos actitudes esenciales: escuchar la Palabra y vivir la Palabra, podemos contemplarlas en el Evangelio que se acaba de proclamar, señaló.
Comentando el Evangelio de hoy, donde el evangelista Lucas narra que mucha gente acudía a Jesús y que «la multitud se amontonaba alrededor de Jesús para escuchar la Palabra de Dios» (Lc 5,1). Al respecto Francisco, dijo que la muchedumbre buscaba a Jesús, “tenían hambre y sed de la Palabra del Señor y la oyeron resonar en las palabras de Jesús”. Es un escena que se repite continuamente en el Evangelio, y denota, afirmó el Papa, que el “corazón del hombre está siempre en búsqueda de una verdad”, para alimentar y saciar su deseo de felicidad, por el hombre, dijo el Santo Padre, no se conforma con las palabras humanas, con criterios de este mundo o con sus juicios mundanos.
Francisco advirtió que la primera tarea del discípulo no es la de vestir el hábito de una religiosidad exteriormente perfecta, ni de hacer cosas extraordinarias o dedicarse a grandes proyectos. Simplemente se debe poner a la escucha de la única Palabra que salva, la de Jesús. “Nuestra vida de fe comienza cuando acogemos humildemente a Jesús en la barca de nuestra existencia, cuando le hacemos un espacio, cuando nos ponemos a la escucha de su Palabra y dejamos que esta nos interpele, nos agite y nos cambie”.
Vivir la Palabra de Dios, encarnándonos en nosotros, apostar por la Palabra como lo hizo Jesús a Pedro: después de que Jesús terminó de predicar a la multitud desde la barca, se dirigió a Pedro y lo exhortó a asumir el riesgo de apostar por esa Palabra: «Navega mar adentro, y echen las redes» (Lc 5,4).
Viviendo la Palabra del Señor para que no quede como “una bonita idea abstracta, o suscitando sólo la emoción del momento”, la Palabra de Dios nos pide que cambiemos nuestra mirada, que nos dejemos transformar el corazón a imagen del de Cristo, continuó el Papa; nos llama a echar con valentía las redes del Evangelio en medio del mar del mundo, “corriendo el riesgo” de vivir el amor que Él nos ha enseñado y ha vivido primero.
Francisco nos recuerda nuestra fragilidad humana, nunca faltan los obstáculos y las excusas para decir que no, pero nos anima a fijarnos en la actitud de Pedro: “había pasado una noche difícil en la cual no había pescado nada, estaba cansado y decepcionado; sin embargo, en vez de quedarse paralizado en ese vacío y bloqueado por su fracaso, dice: «Maestro, hemos trabajado la noche entera y no hemos sacado nada, pero si tú lo dices, echaré las redes» (Lc 5,5). Si tú lo dices, echaré las redes. Y entonces sucede lo insólito, el milagro de una barca que se llena de pescados a tal grado que casi se hunde (cf. Lc 5,7)”.
El Papa nos advierte que no nos sintamos insuficientes, frente a las numerosas ocupaciones de nuestra vida cotidiana; ante la llamada, que todos sentimos, de construir una sociedad más justa, de avanzar en el camino de la paz y del diálogo —llamada que aquí en Indonesia se ha propuesto desde hace tiempo—, que no nos dejemos abatir ante tanto compromiso que no “siempre da los frutos esperados o de nuestros errores que parecen frenar el camino”. No nos encerremos en nuestros fracasos, no nos detengamos en ver nuestras redes vacías, al contrario, afirmó el Papa, miremos a Jesús y confiemos en Él.
Por último, Francisco recordó hoy la memoria litúrgica dedicada a Santa Teresa de Calcuta, “que incansablemente cuidó a los más pobres y se hizo promotora de la paz y del diálogo, decía: “Cuando no tengamos nada que dar, demos ese nada. Y recuerda: aunque no tengas nada que cosechar, no te canses nunca de sembrar”. A los fieles de Indonesia, les animó a que tampoco ellos se cansen de “zarpar y echar las redes, no se cansen de soñar y de seguir construyendo una civilización de paz. Atrévanse siempre a soñar en la fraternidad. Con la Palabra del Señor, los animo a sembrar amor, a recorrer confiados el camino del diálogo, a seguir manifestando vuestra bondad y amabilidad con la sonrisa típica que los caracteriza, para ser constructores de unidad y de paz. Y así difundirán el perfume de la esperanza en su entorno, dijo.
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