Francisco recibe a los responsables del “Congrès Mission”, una iniciativa nacida en Francia hace diez años con el objetivo de proponer la fe en la sociedad actual, y los anima a anunciar el Evangelio en la vida cotidiana concreta de hombres y mujeres. La invitación es sobre todo a ayudar a los jóvenes a soñar con un futuro más fraterno
Lorena Leonardi – Ciudad del Vaticano
No tengan miedo de “salir”, dejándose “sacudir por el Espíritu Santo” que los empuja a anunciar el Evangelio con creatividad, no sólo en “estructuras consolidadas” sino “dondequiera que estén nuestros hermanos y hermanas”, en la vida cotidiana, la vida, en las alegrías, en las heridas y en los interrogantes. Y también para compartir la esperanza como “don”, en un mundo herido por guerras, injusticias y individualismos que ponen a prueba esta misma esperanza. Este es el aliento dado por el Papa Francisco a los aproximadamente cincuenta responsables de la “Congrès Mission” recibidos en audiencia en el Salón del Consistorio esta mañana, viernes 10 de enero.
El Papa se dirigió a los “rostros y corazones” de la iniciativa nacida más allá de los Alpes en 2015 y que reúne cada año y durante tres días a centenares de participantes para reflexionar, intercambiar y compartir experiencias sobre el tema de la evangelización. De cara al próximo gran encuentro que tendrá lugar en Bercy, Francia, del 7 al 9 de noviembre de 2025, Francisco invitó, especialmente en el Año Jubilar que acaba de comenzar, a ser testigos de una esperanza que nunca decepciona, en la “alegría del Evangelio que llena el corazón y la vida entera de quien encuentra a Jesús”.
La alegría, queridos amigos, es inseparable de la esperanza y también lo es de la misión; una alegría que no se reduce al entusiasmo del momento, sino que nace del encuentro con Cristo y nos orienta hacia nuestros hermanos
Desde esta perspectiva, continuó el Papa, “ser peregrinos significa caminar juntos en la Iglesia”, pero también “tener el coraje de salir, de encontrar a los demás”, y llevar esperanza se traduce en ofrecer al mundo una palabra “viva”, arraigada en el Evangelio”, capaz de consolar y abrir “nuevos caminos”.
Con la misión, “pasión por Jesús” y al mismo tiempo “pasión por su pueblo”, la esperanza se lleva a las comunidades así como “a los lugares donde la Iglesia a veces parece cansada o retraída”.
Según Francisco, en un mundo “marcado por la guerra, por muchas injusticias” y “desgarrado por el individualismo”, la esperanza “se pone a prueba a menudo” y se generan “dudas, miedo al futuro y, también desesperación”.
Pero los cristianos traemos una certeza: Cristo es nuestra esperanza. Él es la puerta de la esperanza, siempre. ¡Él es la buena noticia para este mundo! Y esta esperanza – curiosamente – no nos pertenece: para la esperanza no hay posesión que guardar en el bolsillo. Es un regalo para compartir, una luz para transmitir. Y si la esperanza no se comparte, cae
De ahí la invitación a no tener miedo de responder a la llamada a ser misioneros, aunque esto implique romper con los “modelos habituales” e incluso aceptar “confundirnos un poco”, porque el Espíritu Santo “guía a la Iglesia”, “sacude corazones” e “impulsa la creatividad”, como les pasó a los santos.
“Es mejor el desorden con amor que el orden sin amor”, dijo Francisco, citando al beato padre Chevrier, para animar a ser estimulados por los jóvenes, “los primeros peregrinos de la esperanza”, sedientos de “sentido, autenticidad y verdaderos encuentros”.
Una vez más, la exhortación a favorecer el encuentro entre los ancianos y los jóvenes, para ayudar a estos últimos a descubrir a Cristo, a crecer en la fe, a atreverse a tomar decisiones valientes y a convertirse también en discípulos misioneros de Jesús, “testigos vivos del Evangelio”.
El Papa ha confiado a los responsables del “Congrès Mission” el mandato de transmitir a los niños y niñas “ la audacia de soñar por un mundo más fraterno” y de acompañarles “para que se conviertan en artesanos de la esperanza en sus familias, en las escuelas y en el lugar de trabajo”.
Finalmente, del Papa surge la esperanza de que, en esta dinámica misionera, no se pierda de vista la comunión.
La unidad es un testimonio poderoso: es desde el amor que nos tenemos unos a otros que el mundo reconoce que somos discípulos de Jesús Cuídense unos a otros, apóyense en sus labores y regocíjense juntos en los frutos que el Espíritu hace madurar a través de tu compromiso .
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