El Pontifice recibe a los miembros de la asociación italiana contra la leucemia-linfoma y el mieloma (Ail), y subraya la necesidad de disipar la «oscuridad del dolor» que genera la enfermedad, mediante el don de sí mismo y la «proximidad».
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
Iluminar las ‘tinieblas del dolor’ en las que demasiado a menudo se encuentran los enfermos, descartados ‘en nombre de la eficacia y de la fuerza’, a veces incluso ‘eliminados’. Entregarse, anular, paso a paso, esa ‘cultura del descarte’, que se combate en las plazas, saliendo del ‘propio jardincito’ para animar la investigación científica. Todo ello con la convicción de que, en la enfermedad, «incluso cuando todo parece perdido, es posible esperar».
El discurso del Papa Francisco a los miembros de la Asociación Italiana contra la Leucemia, el Linfoma y el Mieloma (AIL), recibidos hoy, 14 de diciembre, en el Aula Pablo VI con ocasión de su 55 aniversario, se basa en estos temas. El Papa comenzó agradeciendo a la delegación su compromiso en numerosas actividades: la financiación de la investigación, pero también el desarrollo de centros especializados, la acogida y el cuidado de los pacientes en sus casas. En una palabra, la «proximidad», definida como «una de las cualidades de Dios».
«Juntos iluminamos el futuro» es el tema elegido para el encuentro, del que Francisco extrae la primera de las tres palabras clave de su mensaje: “iluminar”. El Papa ha subrayado la necesidad de iluminar, devolviendo a los enfermos al centro: “En otras culturas se eliminan los enfermos, se eliminan, y esto es feo, es feo”. Sus historias y relaciones pueden dar «sentido al dolor y ofrecer respuestas a los muchos “porqués”», disipando la «oscuridad del dolor y la angustia» que a menudo genera «soledad y cerrazón».
La segunda palabra es «don». Su lógica «virtuosa» es un antídoto contra el consumismo, «que aparentemente querría adueñarse también de nuestras vidas». En la perspectiva de la Navidad, Francisco nos pide que miremos a Jesús, «a ese Niño entregado al mundo para que todos podamos salvarnos»: “Saquemos fuerza de su fragilidad, consuelo de su llanto, valor de su ternura”.
Por último, el Papa se detiene en la idea de la «plaza», un lugar donde el Ail está presente «con una labor capilar de difusión» en toda Italia. Francisco destaca la «voluntad de estar con la gente», compartiendo su dolor a través de una presencia «nunca intrusiva», siendo «buenos samaritanos». Este compromiso aporta una contribución concreta, aumentando «los conocimientos que forman parte de la mejor tradición sanitaria italiana» y garantizando «la atención a las personas que necesitan sentirse acompañadas en su terapia».
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