En su discurso a la delegación del Automóvil Club de Italia, el Papa Francisco señaló los peligros de la contaminación provocada por el tráfico de automóviles y abogó por una movilidad cada vez más sostenible
Edoardo Giribaldi – Ciudad del Vaticano
Educar a la población en el respeto de las normas de circulación, para que viajar siga siendo una oportunidad de aprendizaje y no de sufrimiento trágico. Esta concienciación debe ir acompañada de una renovada atención al medio ambiente, sobre el que convergen los impactos del tráfico, el excesivo número de vehículos en circulación y el elevado coste del combustible.
Son temas concretos los que tocó el Papa Francisco en su discurso a los presidentes y directores de la Federación del Automóvil Club de Italia, a quienes recibió la mañana de este 23 de enero en la Sala Clementina del Palacio Apostólico.
Los viajes en automóvil se prestan fácilmente a ser asociados con las peregrinaciones jubilares. El riesgo habitual es «equivocarse de camino», tanto física como espiritualmente, y encontrarse «en apuros» o «perdidos».
Francisco reiteró que el Año Santo representa «una ocasión para un nuevo comienzo», una oportunidad para redefinir la propia meta final y evitar que las distracciones del camino se conviertan en obstáculos.
En la peregrinación espiritual, la meta no es «una cualquiera», sino un horizonte de participación, fraternidad y alegría. Entre las «luces» y las «pruebas» del mundo, el Papa los invitó a mantener la mirada en la «felicidad última en compañía de Jesús, María y todos los santos», sin desanimarse nunca, puesto que es necesario recomenzar siempre con renovado entusiasmo.
Pasando de lo espiritual a lo concreto, Francisco subrayó la importancia de educar a la gente para que respete las normas de circulación. Esta tarea incumbe en primer lugar a las escuelas y a los programas de formación promovidos por el Automóvil Club de Italia.
Estas iniciativas no se limitan a transmitir conocimientos técnicos, sino que pretenden desarrollar una profunda conciencia de los riesgos, con el ambicioso objetivo de «cero víctimas mortales en las carreteras».
A la palabra «educación», Francisco añadió la palabra «medio ambiente». En efecto, el tráfico automovilístico tiene importantes repercusiones en la «casa común» y en la calidad de vida de sus habitantes. Reducir sus consecuencias es un reto urgente, que requiere aprovechar las oportunidades que ofrecen las tecnologías modernas y promover «colaboraciones y acciones conjuntas» para una movilidad sostenible y accesible a todos.
A San Cristóbal, patrono de los automovilistas, Francisco encomendó en su conclusión a los presentes, a sus familias y su trabajo.
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