El cristianismo influyó profundamente en la pintura barroca, convirtiéndola en una herramienta de expresión religiosa y emocional. Las escenas bíblicas y la veneración de los santos fueron temas recurrentes, reflejando la espiritualidad de la época.
El Renacimiento marcó un resurgimiento en el arte cristiano, con obras magníficas que capturaban la belleza y devoción de la fe. Esculturas, pinturas y arquitectura reflejaban la nueva visión del mundo en la época, combinando lo divino con lo humano de una manera única y sorprendente.