La Iglesia ha desempeñado un papel fundamental en la defensa de los derechos humanos a nivel global, promoviendo la justicia y la dignidad de todas las personas. A través de su labor caritativa y su voz moral, la Iglesia continúa siendo un faro de esperanza en un mundo que necesita más compasión y solidaridad.
La Iglesia defiende la vida desde su concepción hasta su fin natural. El aborto y la eutanasia son considerados atentados contra la dignidad humana. La postura es clara: proteger y respetar la vida en todas sus etapas.
Santa Regina, una joven martir francesa del siglo III, es recordada por su valentía al mantener su fe cristiana a pesar de ser sometida a crueles torturas. Su historia es un ejemplo de coraje y devoción que inspira a muchos hasta el día de hoy.
San Genadio de Astorga fue un obispo valiente que luchó incansablemente por la ortodoxia en España durante el siglo VI. Su legado sigue vivo, recordándonos la importancia de defender nuestras creencias con convicción.
Los jóvenes ocupan un papel fundamental en la defensa de la dignidad humana. Con su energía y pasión, son agentes de cambio que luchan por la igualdad y justicia en un mundo cada vez más desafiante. Su compromiso es esencial para construir un futuro más inclusivo y respetuoso.
Los jóvenes tienen un papel fundamental en la defensa de la vida. Su energía y pasión son indispensables para crear un mundo más justo y humano. ¡Es hora de que nos levantemos juntos por un futuro mejor! ¡La vida es sagrada!